El fin del cuerpo de bikini

Hasta hace unos años, siempre vi el ejercicio como una forma de tener un buen cuerpo. Algo que hacía para poder usar un bikini con más confianza en la playa. Y es que como muchas personas en el mundo (y sobre todo si naciste en los 90s) el mundo de las dietas y el ejercicio por años se ha enfocado en bajar de peso rápido. Toda mi niñez y adolescencia escuché sobre todas las dietas, el nuevo détox o como en “tan sólo 30 días puedes tener el cuerpo de tus sueños”. Y por tanto ruido externo, nunca consideré el ejercicio importante para nada más.

En la escuela, los deportes que nos ofrecían no me llamaban la atención. Ni el fútbol ni el voleibol. Y por las tardes, las clases de baile en la que estaban todas mis amigas nunca fueron lo mío. No era una mala bailarina, pero mi memoria para aprenderme las coreografías era básicamente inexistente.  Por eso, mi “rutina” se limitaba a unas cuantas abdominales en mi cuarto unos días antes de irme de vacaciones.

Mi papá el atleta

En cambio, mi papá siempre fue un gran atleta. Es de esas personas que ha hecho ejercicio toda su vida: era jugador de fútbol americano y maratonista. Una de mis memorias favoritas de niña era cuando mi mamá y yo viajábamos para alcanzar a mi papá en algún hotel, horas fuera de la ciudad, después de su viaje en bicicleta con sus amigos. Y por supuesto, su gran pasión desde los 14 años: las motos. De calle y de enduro.

Desde que tengo memoria, la gente le calcula entre 10 y 20 años menos de los que tiene. A sus casi 80 años sigue saliendo en moto con sus amigos, camina o anda en bicicleta casi todas las mañanas y termina con ejercicios de fuerza y elasticidad.

Mi papá en un paseo en moto hace unas semanas.

La ciencia de la longevidad

Hace un par de años conecté los puntos, después de aprender sobre la ciencia de la longevidad en el libro de Peter Attia, Outlive. Entendí que la energía y jovialidad de mi papá no solo vienen de su personalidad —que, por cierto, en otra vida debió haber sido comediante o comentarista— sino de que siempre hizo del ejercicio una parte esencial de su vida.

Outlive (Sin límites), Peter Attia.

Después de nunca considerarme atlética, poco a poco empecé a hacer ejercicio. A perderle el miedo a ir al gimnasio que puede ser bastante intimidante, a intentar correr, aunque sea por unos segundos, a tomar una clase y terminarla. Hoy, años después, no soy la persona más fuerte ni la más rápida. Pero sé cómo me hace sentir el poder correr sin quedarme sin aliento. Me encanta poder correr para alcanzar el metro justo antes de que se cierren las puertas, poder cargar mis bolsas del súper sin dificultad, o mover muebles sin ayuda. Me siento tranquila.
El ejercicio me centra y me da paz.

También me ha enseñado algo esencial: que puedo mejorar. Que, si practico, avanzo. Me sigo sorprendiendo cuando puedo cargar más peso que antes, o cuando por fin logro una postura de yoga que no había logrado por meses.

Ahí fue cuando entendí que el ejercicio es una inversión a largo plazo, como invertir en la bolsa. No solo previene enfermedades como Alzheimer, diabetes, problemas del corazón, depresión o ansiedad (¡y muchas más!), sino que también mejora nuestra calidad de vida.

“Alguien que muere repentinamente de un infarto no se enfermó una hora antes. La enfermedad estuvo trabajando dentro de él, silenciosa e invisiblemente, durante décadas.” Peter Attia

El ejercicio nos ayuda a vivir más años. Pero, sobre todo, mejores años. Con salud, movilidad e independencia para seguir valiéndonos por nosotros mismos hasta el final.

¿Y cómo se ve mi cuerpo? Un buen efecto secundario.

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