Se nos fue el tren
Tengo 32 años y este año cumplo 33. Algunos días siento que apenas estoy empezando mi vida, y otros, como toda una señora 👵🏻.
¿Estoy donde debería estar? ¿Debería haber tenido más éxito a esta edad? Veo a gente de mi edad —y peor aún, a menores que yo—, esos nuevos actores y músicos que ya están ganando Óscares y Grammys, y me pregunto: ¿voy tarde?
Platicando con amigos, leyendo, observando nuestra cultura, me he dado cuenta de que no soy la única que se hace esta pregunta. Pero ¿de dónde sacamos los marcadores que nos hacen pensar si es temprano, tarde o justo a tiempo para hacer cosas en la vida?
Tengo un par de teorías que me gustaría compartir con ustedes. En los años 20 (1920, no 2020…), la expectativa de vida era de 53 años en hombres y 54 en mujeres. Imagina una vida entera, de principio a fin, en tan solo 50 años. Hoy en día, eso ni siquiera es la edad de retiro.
Cuando tienes que vivir una vida completa en 50 años, la línea del tiempo se acelera bastante. Casados a los 21 (o antes), con el primer hijo en camino unos meses después. Con familias mucho más grandes que las de ahora. Solo con eso, podemos imaginar la presión que existía por tener éxito rápido.
Si no tenías éxito en tus 20s, tu familia lo resentía. Por eso, los sistemas también estaban diseñados para hacer que el éxito temprano fuera posible y necesario.
Pero hoy, la expectativa de vida es de 80 años en promedio. Y sabemos que ese número seguirá creciendo. La gente se casa al final de sus 20s o principios de sus 30s, tiene hijos en sus 30s (o casi 40s), estudia más, hace posgrados y tiene prioridades diferentes.
El ciclo de vida cambió porque el mundo cambió. Pero seguimos arrastrando la idea de hace 100 años: que si no tienes todo resuelto en tus 20s, vas tarde.
Cuando en realidad, tenemos unos 20 años más que las personas de 1920 para cumplir nuestras metas.
Así que, por favor, que alguien les avise a nuestros cerebros que nos acaban de dar una extensión de 20 años para entregar el proyecto (¡fiuf!).
Millonario a los 20
Con todo y nuestra extensión, seguimos romantizando las historias de los emprendedores que se hicieron millonarios a los 24. Y cuando no alcanzamos el éxito que creíamos deberíamos tener a cierta edad, abandonamos el camino de aventura y exploración y nos vamos por el de la estabilidad, el camino pavimentado.
¿Decidir mi vida a los 18?
El siguiente problema es que, a los 18, nos enfrentamos a una de las decisiones más grandes de nuestras vidas: ¿a qué me voy a dedicar el resto de mis días?
Y como muchos pueden confirmar, tomar una decisión así a una edad tan corta es riesgoso. A los 18 no tenemos experiencia en el mundo, estamos en plena transición de niños a adultos y no nos conocemos lo suficiente como para tomar una decisión tan permanente.
La influencia de nuestras familias, amigos y escuela se vuelve más importante que nuestra propia intuición sobre lo que podríamos llegar a ser.
Y sin darnos cuenta, podemos terminar en un camino que tal vez no nos pertenece.
El tercer problema: el perpetuo miedo al fracaso
¿Por qué le tenemos tanto miedo a fallar?
Desde niños, en la escuela, aprendimos que los errores eran algo que debía evitarse. Cada error nos acercaba a reprobar.
Sin querer, nos enseñaron que equivocarse afectaba la percepción que los maestros, nuestros papás, compañeros —y eventualmente nosotros mismos— teníamos de quiénes éramos.
La gente que no comete errores en la escuela son los que consideramos inteligentes. Así que evitamos salir de nuestra zona de confort para minimizar errores. Pero entre menos riesgo, menos ganancia.
“¿Qué harías aun sabiendo que podrías fallar? ¿Qué disfrutas tanto que las ideas de éxito o fracaso pierden todo significado? ¿Qué amor es tan profundo que es capaz de vencer incluso tu propio ego?”
— Elizabeth Gilbert
La fábula del conejo y la tortuga
Es cuestión de talento… ¿o no?
Otra idea común es que el talento lo determina todo. Que algunos nacen con él, y los que no, simplemente no tienen forma de competir.
En su libro Mindset, la psicóloga Carol Dweck habla de dos tipos de mentalidad: la fija y la de crecimiento.
La mentalidad fija busca demostrar talento y validación externa. Cree que las habilidades son innatas, por lo que evita desafíos que pongan eso en duda.
La mentalidad de crecimiento, en cambio, cree que se puede aprender y mejorar con práctica. Valora el proceso por encima del resultado y no le tiene miedo a ser principiante.
Todos podemos tener ambas mentalidades dependiendo del contexto, pero cultivar activamente una mentalidad de crecimiento nos permite abrir puertas, aprender cosas nuevas, y expandir nuestros límites.
¿Te acuerdas de la fábula del conejo y la tortuga? Básicamente, eso pasa con el talento. Ser rápido no garantiza llegar primero. La constancia y la mentalidad de crecimiento muchas veces ganan la carrera.
La búsqueda de nuestro propósito de vida
Comer, rezar, amar
Es un libro escrito por Elizabeth Gilbert y una gran película protagonizada por Julia Roberts donde la protagonista se aventura a un viaje por el mundo para encontrarse a sí misma.
El propósito de vida es tu porqué, la estrella que te guía cuando estás perdido.
Encontrarlo no es un proceso lineal. Toma tiempo, reflexión, y no tiene que parecerse a Comer, Rezar, Amar en Bali (aunque si eso quieres hacer, ¡qué emoción! Mándame una postal 😊).
Encontrar tu propósito puede ser tan simple como observar tu día a día: ¿Qué te trae felicidad? ¿Qué se te da de forma natural? ¿Qué te emociona aprender?
Tomar el camino menos transitado no es fácil. Requiere de valentía, paciencia y esperanza.
También puedes elegir la autopista con aire acondicionado si así lo prefieres.
Es tu vida. Nadie más la va a vivir por ti.
Así que si necesitabas una señal o un permiso oficial para comenzar eso que sueñas…
Aquí está.
Mientras estés vivo, no es demasiado tarde.
“Tu tiempo es limitado, así que no lo desperdicies viviendo la vida de alguien más.
No te dejes atrapar por el dogma, que es vivir según los resultados del pensamiento de otros.
No permitas que el ruido de las opiniones ajenas ahogue tu propia voz interior.
Y lo más importante: ten el coraje de seguir a tu corazón y a tu intuición.
De algún modo, ellos ya saben en lo que verdaderamente quieres convertirte.
Todo lo demás es secundario.”
— Steve Jobs
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