Mi vida como psíquica 🔮
Julieta cumple 4 🥳
Este domingo fue un domingo como cualquier otro. Desperté en el mismo departamento, con el mismo esposo desde hace cinco años y con el mismo perro (¡Julieta cumple cuatro años hoy! 💜). Como casi todos los domingos, decidimos tener una mañana tranquila y por la tarde salimos a comer.
Estando en el restaurante, mientras veíamos el menú, mi mente empezó a ir a mil por hora con pendientes, preocupaciones e intentos fallidos de pronosticar el futuro… intentos que a veces me hacen pensar que debería considerar una carrera como psíquica. Si tan solo pudiera saber cómo y cuándo se van a solucionar mis preocupaciones, tal vez mi mente podría tomarse unas vacaciones de vez en cuando.
Mi maratón mental fue abruptamente interrumpido cuando la canción Wicked Game de Chris Isaak empezó a sonar en el restaurante. Esa fue la canción que escuché una y otra vez hace diez años, cuando mi maratón mental tenía una temática diferente.
Es increíble cómo la música y los aromas tienen una forma casi mágica de transportarte a ciertos momentos y recuerdos en tu vida. En ese instante, me acordé de todos mis sufrimientos y preocupaciones de hace diez años. Cómo todo se veía difícil y cualquier posible solución venía acompañada de un coro interno que me gritaba las razones por las que no iba a funcionar.
La mesera llegó a tomar la orden y regresé de mi viaje mental al pasado. Me di cuenta de que todo por lo que sufrí y me preocupé hace diez años:
El restaurante del domingo.
Ya pasó, y sobreviví.
Fueron preocupaciones que nunca se materializaron.
Todo lo que creía imposible, hoy es mi realidad.
"He tenido muchas preocupaciones en mi vida, la mayoría de las cuales nunca ocurrieron."
— Mark Twain
Entonces, ¿cuál es la necesidad de estos maratones mentales?
Es impresionante la cantidad de batallas que peleamos —y perdemos— en nuestra cabeza todos los días. Y según la ciencia y la psicología, hay varias razones.
Una de ellas: el hábito de preocuparnos... con meses sin intereses.
¿Por qué creemos que si sufrimos antes de que pasen las cosas malas, vamos a sufrir menos si eventualmente ocurren?
El duelo no es algo que se pueda sentir a meses sin intereses. No podemos dosificarlo preventivamente para amortiguar el golpe futuro. Y, sin embargo, lo intentamos. Llamamos “preparación” a la ansiedad que nos provoca un futuro que ni siquiera existe todavía.
Y como dice Eckhart Tolle en El poder del ahora, el único momento que existe es ahora. Vivimos el pasado en el presente, y el futuro lo vamos a vivir en el presente. Lo demás no es más que un recuerdo o una ilusión.
Entonces, ¿dejamos el futuro al azar?
No realmente.
Si alguien disfruta planear, soy yo. Por años me dediqué a organizar eventos, y si algo aprendí es que puedes planear cada segundo, cada detalle, y aun así siempre va a haber algo inesperado. Algo que vas a tener que resolver en el momento. Algo que no pudiste haber previsto, con todo y años de experiencia.
Al principio, esto me volvía loca. En teoría, si eres bueno planeando, no debería haber ningún imprevisto, ¿no? Pero una de las cosas que aprendí en el camino (gracias a mi exjefa y mentora, Odette ✨) es que estamos diseñados para buscar y crear soluciones. No necesitamos tener control de cada mínimo detalle. No vale la pena. La vida es impredecible, y eso es lo que la hace interesante.
Claro que hay formas racionales de prepararnos —seguros, ahorros, planes— pero eso no es lo mismo que intentar controlar nuestras emociones futuras.
Y aun así, ensayamos nuestro dolor antes de que las cosas malas pasen y posponemos nuestra felicidad. Nos convencemos de que no debemos sentirnos felices hasta que “esa cosa buena” pase, como una medida de precaución para protegernos y no sentirnos decepcionados si no sucede.
¿Ven la ironía? Nos dejamos sentir dolor por algo que no ha pasado, pero no alegría. Posponemos nuestra alegría esperando el momento perfecto.
Y cuando esa cosa buena que queríamos sucede, nos sentimos felices momentáneamente... hasta que empezamos a buscar la siguiente cosa que creemos que ahora sí nos va a hacer felices. Siempre hay una nueva montaña que escalar.
Este fenómeno se llama adaptación hedónica. El ser humano está diseñado para acostumbrarse a sus condiciones de vida, buenas o malas. Piensa en la última cosa que compraste, en cómo te sentiste cuando saliste de la tienda. Y ahora piensa en cómo te sientes en este momento.
Si entras en esta carrera de adaptación, no importa cuánto tengas, nunca va a ser suficiente.
"Cuando estoy en Nueva York, quiero estar en Europa, y cuando estoy en Europa, quiero estar en Nueva York."
— Woody Allen
Tu coche nuevo es lo máximo… hasta que tu vecino se compra un Mercedes.
El antídoto es la gratitud
La gratitud es una herramienta que nos ayuda a regresar al aquí y ahora. A poder ver lo que tenemos y lo lejos que hemos llegado. A ver a nuestro alrededor y darnos cuenta de todas las cosas que tenemos que nuestro “yo del pasado” quiso… y logró.
Nos ayuda a detener el ciclo de la adaptación hedónica, de siempre querer más y que nunca sea suficiente.
La realidad es que trabajamos mucho para llegar a donde estamos, hemos aprendido mucho en el camino. Pero se nos olvida.
Lo que antes era nuestro techo, hoy es el piso.
Celebrar el proceso
En el libro Guía para perfeccionistas que quieren perder el control, Katherine Morgan habla de un concepto que me encantó: celebrar el proceso. Tenemos muchas ocasiones para celebrar —cumpleaños, graduaciones, bodas— y dentro de esas celebraciones hay rituales como invitar a nuestros amigos y familias, vestirnos para la ocasión, tomarnos fotos o ir a un lugar especial.
Además de marcar momentos importantes, las celebraciones aumentan nuestra gratitud porque ponen el momento en el escenario.
Pero el proceso para llegar ahí suele ser invisible. No suelen haber celebraciones para el camino. Y si lo pensamos, es irónico: sin el proceso y el camino, no tendríamos ese gran final.
Celebrar el proceso no necesita una fiesta, gastar dinero o invitar a más personas. Puede ser ir por un helado celebratorio, ponerse algo en tu clóset que estabas guardando para una ocasión especial… lo que sea, pero que sea con motivo de celebrar tu proceso.
Antes no podía escuchar Wicked Game sin sentir esa angustia que sentí hace diez años, pero hoy es un buen recordatorio de todo el camino que he recorrido para llegar aquí.
-Pam
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